lunes, diciembre 10, 2007

AIRE CON SABOR A VAINILLA

Respiro y hay un aire nuevo, soportable, distinto. Huele a vainilla, y la vainilla me huele a todo lo que puede ser y es posible.

HIJOS

Los hijos son a mi, lo que el aceite es al agua, o el agua al aceite, como sea. Sí, ya sé que no tengo hijos y que decirlo puede ser precipitado, pero yo he de explicar porque los hijos somos un karma, pese a todas las cosas buenas que tengamos.

Cuando alguien se vuelve padre, y me refiero al término sin género definido, pero sobre todo madre, pierde una parte de su vida, es decir, regala, yo diría más del 80 porciento, así sin investigaciones, a su hijo, y más, si el hijo es único y la madre, madre soltera. Es sencillo. Llega navidad, los recursos económicos son limitados, más no insuficientes. El hijo, o la hija, quieren un montón de regalos que se ajustan al presupuesto de los padres, pero que implican que los padres no tengan nada para ellos. Lo harán realmente y se quedarán con una blusa para estrenar el 31, mientras sus hijos tienen tres pares de zapatos, un computador y una super bicliceta. Serán felices, es cierto, y mucho más si les regalan un dibujito hecho en el colegio, con unas crayolas que no pintan, pero que tiene un padre, una madre y un niño chiquito cogiéndoles la mano. Tal vez sí, puede ser un buen regalo. En fin, los hijos diríamos un buen padre, pero en últimas no sé sí será así en realidad, o es sobre todo alcahuetería. Amor, dirían ellos.

Qué decir. Creo que todavía soy lo suficientemente egoísta para llegar a esos hechos, y lo digo por experiencia, porque mi pobre mi madre con esta hija...

Definitivamente eso de no tener hijos es una ventaja. Nadie te quita la comida, es decir, no tenés que compartir tu helado, ni regalar las tajadas, ni encontrarse con medio chicharrón mientras vas por las cucharas. No tenés que preocuparte por hacer almuerzo, por las vacunas, por tener que dividir tu plata con otros. No hay que pensar que no podés ir a rumbiar porque no hay quién cuide al bebe, ni hay quién te despierte en las mañanas porque tiene hambre, o porque tiene miedo, ni quién te molesté si un sábado por la mañana decidiste dormir toooodo el día, ni quién te moleste en el teléfono llorando porque no tiene amigos o peleo con su amiga de toda la vida, o su amigo de toda la vida, o su novio de hace varios meses. Ni hay quién te quite la cama y el control, y haya que plancharle la ropa, e incluso que cambiarle los pañales. En fin.

Tener un hijo es una cosa de ociosos, y seguramente tendrá sus ventajas, y seguramente mi madre es feliz regalándome su media vida, porque los padres viven por uno, duermen por uno y respiran por uno. Vaya mire si a un padre, especialmente una madre, no se le desborona la vida cuando se le muere un hijo. Sin embargo, todo a su debido tiempo, y hay algunos, incluso, que creo peligramos en esa tarea.

Admiro rotundamente a los padres por su capacidad de serlo. Ya sabrá la vida si quiere que yo algún día tenga uno, pero creo que el amor y toda esa capacidad de compartir tendrán que venir con él. Por ahora, los hijos son a mi vida, lo que Uribe es al Polo.

Ya les contaré!

domingo, diciembre 02, 2007

...

El aire tiene un olor distinto, a nadie. Esta vez el mundo importa un severendo repepino, y lo importante, no pasa nada. Podrían decir mil barbaridades, e igual, sigue sin importar. Es un día raro, pero crean, feliz.

Sólo quiero a alguien que me joda la vida, porque yo ya llene mi capacidad de molestia.