martes, julio 31, 2007

HORMIGAS

Todas suben en un muro interminable, y suben en una fila interminable, que no se mueve, que no camina, que cambia hormiga tras hormiga, como si se reemplazaran al instante. Y van y siguen yendo, y luego desaparecen, como magia, debe ser magia, tiene que ser magia. El muro interminable las desaparece.

sábado, julio 28, 2007

...

Y ella dijo que se quería morir, y suspiró...

jueves, julio 26, 2007

CAMILESCA

Ando esperando una instrucción que me permita abandonarme paulatinamente, y no porque quiera abandonarme para siempre, sino porque quiero borrarme un poco y dibujar unas cuantas cosas nuevas, y quitar unas muchas. Una instrucción que le permita a una tal Camila descubrir en el silencio un poco de amor, que descubra que el silencio no lo es todo, que su cama no lo es todo, que sus paredes no son el mundo. Camila quiere abandonarse,y no porque no se necesite, sino porque quiere recuperar un poco de lo perdido, de las noches de carnaval, de las payasadas, de todo lo que dejo de hacer, de todo lo que deja de hacer por morirse a diario, de todos los caprichos, de todas las falsas propuestas, de todas las promesas sin cumplir. Camila necesita dejar de refugiarse en el silencio, y en la tristeza, aún cuando sus canciones le impidan escribir algo diferente. Necesita abandonarse para cambiar de ojos. Necesita enamorarse de algún mar no inventado, de algún hombre no inventado, de alguna mujer Camilesca no inventada.

miércoles, julio 25, 2007

INVENTOS DE GUERRA

Llore cuando la vi llorar, y seguí llorando cada una de sus palabras, y me dolió tanto como le estaba doliendo, y me siguió doliendo cuando vi su foto, que no era real, que era inventada, que tenía photoshop. Me dolía tanto como a ella, e incluso más que a ella, porque ella todavía tiene en su cabeza un mundo de hadas, y en cambio, yo, en la mía, tengo un mundo real, cruento y escaso de imaginación. Y era la misma historia, y le pasó lo mismo que me pasó, y se quedó sola, igual que yo, y no se acuerda de muchas cosas, como no me acuerdo yo, y a ella se lo llevaron primero, una bruja, le dijeron, y a mí, me lo quitaron de una, a sangre fría, y ella estaba pequeña, y yo también, y yo estaba mucho más pequeña, y ambas los inventamos, aunque yo ya lo enterré por mi cuenta, y ella apenas empieza. Y lloré con fuerza, con mucha fuerza, porque sé lo que es, porque sé lo que se siente, porque es así de simple.

En esta guerra, muchos de los hombres y mujeres, y de los heroes, son inventados.

lunes, julio 23, 2007

MORTECINA

Este lugar huele a mortecina. Tal vez. La que escribe ama la muerte, porque vive en la muerte, casi todos los días, casi diario. Es un invento, y lo que existe por momentos, está muerto gran parte de su historia. Alguien existe, para otro, si lo piensa, si lo cree, si lo conoce. El resto de las veces, está muerto, y es todo. La muerte, amo la palabra. Tan oscura. Tan tenebrosa. Tan triste. Tan bonita. La muerte es una puerta para escribir. No significa nada más. No deseo la muerte. No la definitiva. Le temo a la muerte de los que más quiero. A la muerte de Mónica, por ejemplo. Aunque a Mónica la muerte sólo le apasiona. Más que temerle, le preocupa el mundo sin ella, como a todos. La muerte no es nada. Los otros siguen. Los otros siguen, y es todo, aunque les duela, al principio, incluso, tal vez, más que al mismo muerto. Es comprensible. No se sabe más. Los muertos no regresan, excepto cuando los inventamos. La muerte para Mónica es una obsesión, desde pequeña, por Eduardo. Es todo. Mónica le teme a la muerte, no a la suya, a la de los otros, a la de quienes más quiere. Le tiene terror a quedarse sola, aunque se ha costumbrado a su soledad, aunque ame la soledad. Le tiene miedo a la soledad de la muerte, esa que siente cada noche cuando se despide de Eduardo. ‘Hasta mañana, pequeño papá’. La muerte le llegó temprano. Pequeña. Cuando no podía decir mucho de ella. Ahora, incluso, todavía no puede hablar mucho de ella. De la muerte desembocan más cosas. La tristeza. Amo la tristeza. Ama la tristeza, incluso no porque la sienta a diario, ni la tenga a diario, ni la quiera a diario. Simplemente la ama, a secas, por amarla, porque le gusta la mezcla que logra con las palabras, el efecto, el final. La tristeza es parte de ella, y no porque la sienta siempre, sino porque su corazón tiene un espacio para ella, porque también es aire, y el aire se necesita para seguir viviendo. Ama la nostalgia, por ser nostalgia.

La muerte puede ser bonita. La tristeza puede ser bonita. La nostalgia puede ser bonita. Es otra forma. No convencional, si quiere. Convencional, si quiere. Camila vive muerta, y Mónica no se suicidará, como muchos piensan. No todavía (De pronto, a los 70). Mónica, como todos, a veces, es feliz. Está bien. Todas palabras relativas. Mónica le hace honor a su nombre, a su significado, ‘qué ama la soledad’.

Nos gusta el olor. Ese olor fúnebre y silencioso.

Este lugar huele a mortecina, y seguirá oliendo, por fortuna.

domingo, julio 22, 2007

LA NIÑA

Se fue acercando rápido, extremadamente rápido. Él corazón se agitó, la mano comenzó a doler, la cabeza sintió que alguien la apretaba con fuerza por todos los lados. No había hacia a donde correr, mejor, no ví hacia donde correr, mejor, no pude correr, porque los pies se quedaron pegados, como si alguien le hubiese puesto pegamento a los zapatos. Ahí venía. Tan rápido. Tan fuerte. Tan oscuro. Una única luz a lo lejos, quizá parecido a los que retratan el túnel de la muerte, si es que existe, y hablando de muerte, yo sentí la muerte en ese instante, tan cerca, tan oscura, tan mía. Y se acercó lo suficiente. Rápido, viene, rápido, ya casi. Cierro los ojos con fuerza, alguien me empuja, siento que es el final, que es todo. Un viento enreda mi pelo, y para mí es un aire frío, un escalofrío, una piel de gallina. Y está el sonido. Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh hhhh hhh hh h . Otro ruido. Más fuerte. Piiiiiiiiiiiiii iiii iii ii i . Taaa aass ss sh h . Abro los ojos. Respiro. Ha pasado. La niña llora inconsolable. Se acuesta en el suelo y se pone en posición fetal. La miró constante, sin quitarle la mirada de encima. Tiene miedo.

Yo también.

sábado, julio 21, 2007

CARTA A MI ABUELITA

Agüelita,

Llevo varias noches soñando contigo, y me da miedo, mucho miedo. No sé qué pasa. Entiendo que tienes tus años encima. A veces me entristece verte tan delgada, tan chiquita. Recuerdo que cuando estaba pequeña te acompañaba de un lado para otro, todos los sábados, y eras más grande que yo, y yo más pequeña, y te agarraba del brazo, y nos íbamos andar, como si yo fuese un bastoncito, y entonces comprabamos las veladoras, y luego subíamos hasta la iglesia, y rezábamos por un buen rato, y luego te parabas en frente del cuadro de Jesús que más te gustaba, y me decías que él te miraba donde quiera que te pusieras, y le llevábamos la veladora al niño Jésús, y luego a la Santísima Trinidad, y en cada uno un par de oracioncitas, y a veces me aburría, porque era muy largo, y yo creía contigo tantas cosas, que aprendí a ir a misa cada domingo, sin falta, así no pudieses ir, y luego salíamos de la iglesia, e íbamos donde Floralba, y conversábas y conversábas, y luego nos devolvíamos por el mismo camino, como si estuviéramos recogiendo nuestros pasos. Y recuerdo que me decías que cuando creciera no lo iba a volver hacer, que cuando estuvieras viejita ya me daría pereza acompañarte, e incluso me daría pena, y que sería el momento en que más me necesitabas, y yo recuerdo como decía que no, y te llamaba mentirosa, y me enojaba, porque no era cierto, y al final, tenías razón abuelita, y ni siquiera era por pena, sino porque cuando uno crece, cambia de parecer y de situaciones, y puede ser aburrido esperar que conversaras con todos los que encontrabas, y que pararas en cada almacén. En fin. Me equivoque. Tu predicción era cierta, pero pequeña, eso es un buen recuerdo. Y hoy te pienso, porque quizás tengo miedo. Estás lejos abuelita, y cuanta falta me haces. Tus arepitas, tu quesito, tu bendición. Incluso hace falta tu terquedad, porque de vieja te has vuelto cansona y llevada del parecer, e incluso brava, bravísima... Y tengo miedo porque estás vieja, abuelita, y porque cuando se está viejo, la muerte está mucho más cerca, o por lo menos, mucho más segura. Es posible que me muera yo primero, nunca se sabe... En fin, tenía ganas de escribirte y de recordar tu nombre. Blanca, como las nubes, incluso como tu piel, como tu pelo. Tienes el pelo blanco más lindo que conozco, aunque algunos de tus nietos insista en que lo pintes de morado... Ay mi agüela, quizás nunca leas mis palabras, porque el internet llegó tarde para tí. Incluso escribir palabras te es difícil. Tus famosas "boletas" con razones, inentendibles, casi siempre. Tu amor por la finca, en la que pase media niñez, en la que mi padre era feliz llevando a ver los animales. En la que estábamos cuando lo mataron. Ay mi agüela, cuánto te quiero, no creo que pueda resistir palabras. Y a los viejos hay que escribirlos, incluso antes de que se vayan, porque cuando se vayan, ya no vale mucho la pena. Y te escribo muy personalmente, pero quiero que seas para la posteridad, y la posteridad puede ser ponerte en mis letras, y que cualquiera lo vea, y que cualquiera recuerde a su abuela. Yo ya perdí a doña Consejo, y eso duele, porque me quede con muchas palabras, con muchas promesas, con pocas miradas. Y eso duele, y no se olvida, aunque el tiempo se vaya y nos lleve.

Mi abuela, yo sé que te entristece que ya no vaya a misa, que no me coja el pelo con pizas, como quisieras, que no use pantalones de tela, con chaquetas, como una señora toda aseñorada, que te regañe por quererte quedar en la finca, pese a todo, tu y yo sabemos el todo, que no te visite inmediatamente estés en Riosucio, que no coma ensalada con cebolla y todas esas pendejadas, incluyendo el brócoli, que sabes que odio, y sobre todo, que ya no me guste ir a la finca. En fin. Yo sé que te enorgullece cada cosa que hago, y que rezas por mí, todo lo que yo dejé de rezar, que me piensas a diario, que nos quieres a diario, por igual, con un amor infinitamente grande. Recuerdo nuestras discusiones políticas. Tú una liberal por herencia, incluso sin entender de política, yo, casi una izquierdista. Nuestra última discusión, tu amor por el presidente... mmm, abuelita, que triste... pero está bien, ojalá tu leche no tenga problemas... Abuelita bonita, he soñado contigo estas noches, y aunque insisto en que me da algo de miedo, todas tus cosas traen una magia distinta, un recuerdo bonito, una historia larga y prodigiosa. Con tus ojos azules bonitos, que no heredé, que ninguno de tus nietos heredó, he de iluminar estas palabras.

Te ama, tu nieta,
Mónica.

Recomendado especial, Eduardo. Ese Eduardo.

miércoles, julio 11, 2007

...

Porque las hojas pueden incluso acabarse miles de veces. Porque puedo mirarlas tantas veces como quiera. Porque las hojas siempre alcanzarán para escribir cada recorrido, cada paso, cada imagen igual. La vida se ha vuelto monótona en menos de tres días de ella. Porque ya estoy cansada de su olor, de su mismo olor. Porque el camino ya lo puedo recorrer con lo ojos cerrados. Porque ya nada tiene sentido. Porque incluso seguir escribiendo, puede ser repetitivo. Ojala pudiera virar a la izquierda.

miércoles, julio 04, 2007

UNA MUSA

A veces creo que ya no eres nadie en mi vida, y es cierto, no eres más que un recuerdo vacío y triste, que miles de veces me atosiga con un dolor suave y lento. Me equivoco, tal vez. El problema del amor, no es ni siquiera el amor. Son todos los silencios que quedan. Eso que nadie quiso explicar. Esas miles de preguntas, clichesudas, que nadie contesto. Y eso, más que cualquier cosa, duele, y más que doler, se mantiene por el tiempo y tras el tiempo, y es algo que puede confundirnos. Quererlo en las noches y en las llamadas. Y eso, más que cualquier cosa, es molesto, y más cuando te recuerdan que no fuiste nadie en su vida, salvo en sus vacíos y en los espacios que faltaban por llenar. A veces creo que ya no eres nadie, pero me equivoco, y es triste, porque todavía las canciones traen tu nombre, mis escritos llevan tu nombre, y mis irreconciliables peleas conmigo, tienen tu nombre. Y eso es triste, porque no te quiero como te quise, ni espero de ti, nada de lo que algún día esperé. Sin embargo, todo es raro, porque pusiste una huella, casi indeleble, que se ha mantenido, y que se sigue manteniendo. Estoy por pensar que eres un muerto, casi como Eduardo. A Eduardo lo deje ir hace días, y fue un alivio significante. Pese a todo, el dos de julio, cuando celebró diecinueve años de ser un muerto, no pude dejar de estar triste, ni de pensarle, ni de llorar, como es costumbre, porque ese día me duele, porque Eduardo, pese a que ya entendí que es un muerto, me duele, porque me da la gana, pero sobre todo, y de eso estoy segura, porque necesito alguien a quién escribirle. Eso es Eduardo ahora, un personaje de mis historias. Un personaje de mis noches taciturnas, donde escucho música suave, donde llega la nostalgia, donde estoy a oscuras. Eduardo es una musa. Es todo. A veces creo entonces, que ese hombre, más que algo en mi vida, es otro personaje. Alguien que necesito, en las mismas noches, para escribir. Alguien que invento y que he inventado, más de lo que ha llegado a ser real. Y lo invento, ya no porque sienta y quiera, sino porque se volvió costumbre, porque es un muerto que necesito revivir. Sin embargo, a diferencia de Eduardo, éste se agota cada día, cada noche, y creó que se irá del todo una de estas oscuridades, porque ha de llegar otro, porque las historias han de acabarse, porque tiene final, porque es de carne y hueso, porque ya nada sucede.

A veces creo que no eres nadie en mi vida, y me equivoco. Eres una musa. Eso es todo.

lunes, julio 02, 2007

DOS DE JULIO

COMO DUELE RECORDAR ALGO QUE NO EXISTE PARA MI. UN MUERTO QUE NO VI Y UN ENTIERRO AL QUE NO FUI. COMO DUELE TENER QUE INVENTARTE. COMO DUELE QUE ESTES MUERTO. COMO DUELE ESTE DÍA. COMO DUELES EDUARDO.

INFELIZ
DIECINUEVE AÑOS, SIENDO UN MUERTO!!!!

domingo, julio 01, 2007

ESE VIAJE

Empaco mis maletas con una tristeza profunda. No me quiero ir. Tengo la sensación que será difícil volver, que no he de volver, y es lógico, al mismo punto en el que ahora estoy. La tristeza no puede ser más triste, ni más nostálgica, ni más apocalíptica, porque quiero llorar sin control, porque quiero ser una niña pequeña que se pega de las sábanas de la cama de su madre para evitar el viaje, para protestar por tener que ir a un viaje que no quiere ir. Es tarde. Ya no soy la niña de antes que lloraba y lloraba para conseguir cualquier cosa. No. A veces las cosas no son como quisiéramos y mucho menos como las soñamos. No resisto palabras sobre el destino. No resisto palabras sobre los próximos días. Ya sé que no es hora de partir, que todavía queda una semana.

...Sé que te vas por ella, porque ella tiene que ir. Sé que te vas, sobre todo, no porque tengas que ir, sino porque tienes miedo de afrontar lo que hiciste y lo que sentiste ese día, cuando la noche estaba en su punto climax, cuando estaba oscura, cuando no eras la mujer metódica de siempre, sino la mujer de unos cuantos tragos que no piensa para actuar. Tienes miedo, sobre todo, de volverle a mirar a la cara, mejor, de mirarlo con su novia, y no porque te guste, ni porque sientas algo, sino por ella, porque te has equivocado tanto en la misma historia, de ser la otra, aunque sea un instante, que te duele y que te remuerde la conciencia...
Algún día tendré que mirarlo, aunque tarde en hacerlo, pero soy, y somos en general, tan cobardes, que preferimos extender el tiempo, tanto como se pueda, por esa costumbre de creer que el tiempo olvida. Ojala olvide, para dejar de sentirme tan putrefacta. Esa noche fue karmatica. Vuelve a mi vida, además del incidente, ese hombre que había apartado de mi mundo hace menos de lo que quisiera, y vuelve, no por él, sino por ella. Las personas son lo que uno quiere que sean, hasta el momento en que cruzas dos o tres o cuatro o quizás más palabras. Entonces entendí que la bruja creada, nunca fue bruja, y que el príncipe, nunca fue príncipe. Y lo quiso, y yo lo quise, pero quizás lo quiso más de lo que creí quererlo. Y entonces me dolió lo suficiente, y más, o mejor, me remordió lo suficiente, y más, o mejor, me hizo catarsis lo suficiente, y más. Preguntó lo que nunca quise afrontar. Confirmó lo que era un secreto a voces. Una verdad a medias. Lo difícil fue que no pude explicar, y eso, carcome. En fin. Yo también lo quise en sus ratos libres, en sus peleas tontas, y en su distancia. Ese día me dolió, porque estuve perdida en su amor, porque me dolió, simplemente, porque nunca me había dolido, porque pese a saberme la otra, nunca me había dolido, nunca lo había sentido, nunca lo había pensado. Me dolió, sobre todo, porque ahora la bruja era princesa, el príncipe un hombre malvado de cuentos de hadas, y yo, una hada madrina deschavetada, con la vara pérdida, y a veces convertida en bruja malvada, por equivocación. Pese a todo, todavía sigo sin comprender, y comprenderme.

Te vas no porque tengas que irte, y empacas las maletas con una tristeza profunda porque tu casa sigue viva, porque las paredes están más bonitas, porque tu cama está más cómoda, porque tu pieza está más viva, porque el techo es nuevo, porque tienes la casa que te gusta, con la madre que amas y con el espacio que deseas. Empacas con una tristeza profunda porque sabes que tu lugar es ese y no otro, pese a que vivas en el otro y no en ese.

Empaco con una tristeza profundamente silenciosa y nostálgica y dolorosa. Nadie se acordará de mi cuando vuelva, salvo ella, que me recordará siempre, desde cualquier parte. Me voy a un lugar que no es nuevo, pero que no quiero, que no me gusta, que no me acostumbro. Llegó a un espacio diferente, desconocido, que me produce pavor. Empaco con una tristeza profunda porque la vida me ha enseñado que morir de a poco, es al fin y al cabo, estar donde no se quiere.