martes, marzo 11, 2008

UN DOCTOR

Esta tarde le dije al médico que conocía perfectamente las causas de mis dolencias, que no era necesario su presencia y que no sabía que hacía en su consultorio. Un oído tapado, eso fue, pero que lo demás, era por el ventilador. Se echo a reir. Entonces me mandó diez pastillas de algo así como, no me acuerdo, en fin, bien caras, como todo lo que suelen mandar los médicos que no están supeditados a las EPS, y que al final tendría que estar como nueva, que el oído estaba bien, por fuera, pero que nunca se sabe. Bien, le dije, aunque no sabe que pocas veces me tomo los medicamentos, porque, no sé realmente, pero prefiero omitirlos. Al final, con el nombre, me alivio. Eso de la enfermedad es sólo una intención nauseabunda, ja!, de molestar a mi mamá por el teléfono. ¿Y el ventilador? -Apágalo. -¿Apagarlo? ¿Está insinuando que me muera?

En fin. Le dije al médico que algún día volvería, pero que en realidad, suele no hacer nada interesante por mi vida, que sería más fácil saludarlo simplemente, porque pocas veces, salvo esa vez que tenía amigdalitis y me envió una inyección de esas que duelen esta vida y la otra, y que la mando a secas, sin la que hace que duela menos y se alivie más rápido, sirvió para algo. Bien, la médica es buena gente y tiene unas fotos interesantemente chistosas en su pared.

La verdad, he perdido su confianza. No en ella, en todos. Lástima, porque la confianza es lenta.

Tranquilo, cuando necesite un doctor, le avisaré.

No hay comentarios.: