domingo, agosto 28, 2005

MARIPOSAS SECUESTRADAS


A veces, muchas veces, las mariposas revolotean como si algo hubiese que decir. Van y vienen, rápido, muy rápido, como si el tiempo se fuese acabar y hubiese que dejar constancia, con el aleteo, del recorrido hecho. Y me niego a decirlo. A ponerles cuidado. A coger el lápiz para traducir sus revoloteos. Me niego a dejarlas salir de su nido. De mi cabeza. Me gusta ser egoísta con mis mariposas. Con el mundo. ¿Qué tanto puede interesarle al mundo lo que digan mis mariposas? Nada. Me interesa a mí. Resulta, que tras el secuestro, las mariposas aletean más fuerte, mucho más fuerte, a tal punto que el placer genera dolor y no puedo retenerlas más. No basta conmigo simplemente. A las mariposas no les gusta que su vuelo quede escrito en sólo una cabeza. Necesito del otro para que me escuche, aunque termine sólo oyéndome, qué importa. Lo necesito para liberar las mariposas. Para que me dejen en paz. Para que me deje de doler. Es bueno secuestrar las mariposas. Al fin y al cabo, siempre vencen, porque quiera o no quiera, siempre se salen con la suya.

2 comentarios:

Chocolitto dijo...

Mónica, me gustó mucho. Empero, me hice una pregunta: ¿Qué tienen tus mariposas (secuestradas o no) que las haga diferentes a las mías, a las de todo el mundo?

Te voy a seguir. Sea un elogio o una amenaza, te voy a seguir.

Anónimo dijo...
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