domingo, julio 01, 2007

ESE VIAJE

Empaco mis maletas con una tristeza profunda. No me quiero ir. Tengo la sensación que será difícil volver, que no he de volver, y es lógico, al mismo punto en el que ahora estoy. La tristeza no puede ser más triste, ni más nostálgica, ni más apocalíptica, porque quiero llorar sin control, porque quiero ser una niña pequeña que se pega de las sábanas de la cama de su madre para evitar el viaje, para protestar por tener que ir a un viaje que no quiere ir. Es tarde. Ya no soy la niña de antes que lloraba y lloraba para conseguir cualquier cosa. No. A veces las cosas no son como quisiéramos y mucho menos como las soñamos. No resisto palabras sobre el destino. No resisto palabras sobre los próximos días. Ya sé que no es hora de partir, que todavía queda una semana.

...Sé que te vas por ella, porque ella tiene que ir. Sé que te vas, sobre todo, no porque tengas que ir, sino porque tienes miedo de afrontar lo que hiciste y lo que sentiste ese día, cuando la noche estaba en su punto climax, cuando estaba oscura, cuando no eras la mujer metódica de siempre, sino la mujer de unos cuantos tragos que no piensa para actuar. Tienes miedo, sobre todo, de volverle a mirar a la cara, mejor, de mirarlo con su novia, y no porque te guste, ni porque sientas algo, sino por ella, porque te has equivocado tanto en la misma historia, de ser la otra, aunque sea un instante, que te duele y que te remuerde la conciencia...
Algún día tendré que mirarlo, aunque tarde en hacerlo, pero soy, y somos en general, tan cobardes, que preferimos extender el tiempo, tanto como se pueda, por esa costumbre de creer que el tiempo olvida. Ojala olvide, para dejar de sentirme tan putrefacta. Esa noche fue karmatica. Vuelve a mi vida, además del incidente, ese hombre que había apartado de mi mundo hace menos de lo que quisiera, y vuelve, no por él, sino por ella. Las personas son lo que uno quiere que sean, hasta el momento en que cruzas dos o tres o cuatro o quizás más palabras. Entonces entendí que la bruja creada, nunca fue bruja, y que el príncipe, nunca fue príncipe. Y lo quiso, y yo lo quise, pero quizás lo quiso más de lo que creí quererlo. Y entonces me dolió lo suficiente, y más, o mejor, me remordió lo suficiente, y más, o mejor, me hizo catarsis lo suficiente, y más. Preguntó lo que nunca quise afrontar. Confirmó lo que era un secreto a voces. Una verdad a medias. Lo difícil fue que no pude explicar, y eso, carcome. En fin. Yo también lo quise en sus ratos libres, en sus peleas tontas, y en su distancia. Ese día me dolió, porque estuve perdida en su amor, porque me dolió, simplemente, porque nunca me había dolido, porque pese a saberme la otra, nunca me había dolido, nunca lo había sentido, nunca lo había pensado. Me dolió, sobre todo, porque ahora la bruja era princesa, el príncipe un hombre malvado de cuentos de hadas, y yo, una hada madrina deschavetada, con la vara pérdida, y a veces convertida en bruja malvada, por equivocación. Pese a todo, todavía sigo sin comprender, y comprenderme.

Te vas no porque tengas que irte, y empacas las maletas con una tristeza profunda porque tu casa sigue viva, porque las paredes están más bonitas, porque tu cama está más cómoda, porque tu pieza está más viva, porque el techo es nuevo, porque tienes la casa que te gusta, con la madre que amas y con el espacio que deseas. Empacas con una tristeza profunda porque sabes que tu lugar es ese y no otro, pese a que vivas en el otro y no en ese.

Empaco con una tristeza profundamente silenciosa y nostálgica y dolorosa. Nadie se acordará de mi cuando vuelva, salvo ella, que me recordará siempre, desde cualquier parte. Me voy a un lugar que no es nuevo, pero que no quiero, que no me gusta, que no me acostumbro. Llegó a un espacio diferente, desconocido, que me produce pavor. Empaco con una tristeza profunda porque la vida me ha enseñado que morir de a poco, es al fin y al cabo, estar donde no se quiere.

No hay comentarios.: