martes, marzo 07, 2006

ZAPATOS

Había prestado mis palabras, a un viejo zapatero. Anhelaba unos zapatos nuevos, color rojo, con los que pudiera desafiar ciertos dragones que se habían apoderado de la cueva, allá en la cabeza. Unos zapatos con los que pudiera correr tan rápido, casi como la gacela, y volar tan alto, casi como un pájaro, haber si las palabras se renovaban algún día. Al zapatero, ya viejo, se le olvidaron mis zapatos rojos, y en cambio hizo unos zapatos azules. Siempre el azul, le dije, yo quería que fueran rojos, le repetí. Entonces hizo una cara, vaya cara, y guardó silencio. Oí, a lo lejos, que los zapatos eran azules porque yo había prestado las palabras, y había perdido el nombre del hombre, al que se las había entregado. Por eso necesitaba los zapatos, y que fueran azules, para que me acordara de lo que había sido, los pintara de rojo, amarrara los dragones, corriera como la gacela y volara como el pájaro. Debía sobrevivir en medio del desierto y volver algún día. Heme aquí, con los zapatos azules y un tarro de pintura color rojo. El zapatero ya murió. Ya han de regresar las palabras.

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