domingo, octubre 14, 2007

SUICIDIO

-Necesito que me mate - le dijo, con una voz seria y casi suplicante. El individuo la miró a la cara, extrañado. Había matado a muchas personas en su vida, pero nunca matado a alguien que pagaba por su muerte.
- ¿Qué quiere?, le respondió, con una voz casi irónica.
- Qué me mate. Le doy cinco mil y le encimo el celular.
- ¿Está segura?
- Claro. No pregunte tanto y reciba, no es mucho, pero le sirve para un tinto con buñuelo. De qué se preocupa, si en esta ciudad matan hasta por una cobija.
- ¿Por qué no se suicida?
- No puedo -. El hombre se quedó en silencio, pero no fue capaz de preguntarle por qué no podía, por qué tenía que hacerlo contratándolo a él, por qué no le alquilaba sólo su pistola, si en sus ojos había más tristeza que vida.
- ... ¿Pa' cuando la vuelta?, le dijo.
- Mañana, a las seis y cuarto de la tarde voy a estar en este lugar -y le entregó un papel pequeño, amarillo -, comiendome un helado, el último helado. Me voy a sentar en la mesa de la esquina. Sea puntual, un minuto más y tendrá que desechar la muerte. Es mi cumpleaños y es la hora exacta. Es eso o es nada, ¿me entendió?

El hombre sacó una libretica pequeña, anotó 25 de septiembre, seguido de la hora y el lugar, mientras la mujer se alejaba tapándose con un gabán cafe y una bufanda, como si quisiera que nadie la reconociera, como si estuviese matando a alguien importante, como si pretendiera ser sospechosa. El hombre estaba conmovido. Los cinco mil estaban en la moto y había un celular negro, que los detenía del viento.

Debajo del dinero, una carta: 'Para dejar encima del muerto'.

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